Dícese
que Baco, dios romano del vino y la algarabía, se sentó a “descansar” bajo la
sombra de una montaña. Tirado allí, como había caído, durmió unas cuarenta
horas, hasta que en el segundo día ya comenzó a sentir la picazón del sol,
carro de Apolo, quien fustigaba con sus látigos la frente de Baco. Luego de que
éste se levantó, bebió un largo trago de su interminable bota de vino, y trató
de entender donde se encontraba. Vio por allí una dulce cabra de monte de la
cual se enamoró, la tomó y yació con ella hasta que se quedaron dormidos. Al
despertar la cabra notó la ausencia del beodo dios (nunca más lo volvió a ver),
y parió, a los 23 meses (el niño estaba cómodo donde estaba) una criatura
hirsuta y huraña, que apenas salió al mundo comenzó a trepar piedras. Así
sobrevivió el niño, devorando rocas y hierbas y de vez en cuando un buen asado.
Lo lugareños, aterrorizados, llamaron Geólogo a la criatura, debido a su
afinidad a las piedras. Luego intentaron educarlo, lográndolo a medias.
De ahí el apetito sexual de algunos paisanos, por ciertos mamíferos ungulados rumiantes?
ResponderEliminarNo... ese apetito sexual venía de mucho antes... de antes de Eva...
ResponderEliminarAunque les queda la costumbre de cuatrerear uno que otro chivito jajajjaja!
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